La economía española no es más que un viejo percherón, pesado, lento, agotado por tantos años de despilfarro socialista y de imposición popular... Rotura los avejentados campos del Estado del bienestar intentando que germine cualquier tímida semilla, que asome cualquier leve brizna de esperanza...
Pero años de inmisericorde corrupción, nacida de una Constitución que sólo nos enseñó a los españoles a odiarnos entre sí, exaltando nuestras diferencias y enterrando en el olvido nuestro camino común, no fue el mejor abono para labrar un futuro de esperanza y de mera decencia para nosotros y para nuestros descendientes...
Mientras las viejas acémilas sigan asentadas en el poder, esperando su insaciable ración de impuestos con los que, día a día, rellenamos su pesebres de bienestar, nunca volveremos a sentir el vigor necesario para una nueva siembra.
Dejad de alimentar a este cansino ganado de la podredumbre, de la avejentada corrupción, del vergonzoso y cobarde servilismo ante quien nunca mereció ser Señor, porque careció de señorío moral... Sólo así podréis esperar que vuestra tierra vuelva a abrir sus entrañas para ofreceros aquellos frutos que os intentaron arrebatar...
(Carlos Dómine)
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